Mosh de morras, feeling norteño y trancazo generacional. Así la noche del 9 de agosto desde el escenario principal del Café Iguana.
El regreso de Las Ultrasónicas, al escenario más emblemático de la ciudad, nos dejó la adrenalina a full.
Aquí yo no había venido. Mi hija viene seguido. Le dice un bato a su compa. Pasados los cuarenta y tantos, quizá, ya de cincuenta y más. Aprovechan los espacios donde pueden mantenerse sentados. De pie nomás la batalla a la hora pactada para el plato fuerte.
Dos tres chavorrucones detectados. Me incluyo. Guardamos la energía pese a las salvajes presentaciones de las dos bandas invitadas previas al show de Las Ultras: Los Surfer Compadres y Los Tiburones. Quienes durante alrededor de treinta o cuarenta minutos en cada una de sus presentaciones mantuvieron los ánimos a tope de los asistentes.
Alrededor de las doce de la medianoche inició el partido por la nostalgia. Tres morras al escenario y un repertorio icónico de canciones que siguen marcando e influyendo a las generaciones rocanroleras de México.
Descocada, El Rock Nació Conmigo, Monstruo Verde, El Rock de la Pájara Peggy… y da una pereza mencionar cada rola una por una de lo mucho que la adrenalina te brota aún nomás de recordarlo.
Dejamos sangre, sudor, pelos y demás fluidos sobre la pista. De la primera a la última rola fue un desenfrenado, inapropiado y extasiante baile. El arrebato entre la banda presente no supo de dolores de espalda, cadera o rodillas con el que amanecen cada mañana. Cero achaques y más descontrol.
Entre La Pájara Peggy que salió disparada hacia el público desde el escenario y el Monstruo Verde que de un salto se trepó al escenario. Infiltrados del lado mortal al degenere. Anotaron de cañonazo el gol por la nostalgia.
Ambigú Ultrasónico que no del todo puede saciar la hambruna desquiciante de los adolescentes terrosatánicos. ¿Volverán Las Ultrasónicas a la ciudad? Lo único que sabemos es que necesitamos más.
Foto y texto por Clars.
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