Llueve en Monterrey. Los alrededores del Parque Fundidora son caóticos.
Caifanes llegó a la ciudad con antelación.
El show estaba programado para las 21 horas y debido a las inclemencias del tiempo, dió inicio en punto de las 22 horas. Así todos podrían llegar a tiempo. O al menos la mayoría.
La banda subió al escenario interpretando "Tortuga"
El Auditorio Citibanamex con una cifra de siete mil asistentes. Todos de pie para recibir a la representativa banda del rock mexicano.
Entré éxitos y nostalgia. Interpretaciones que habitan incluso en el inconsciente de quienes no se proclaman expertos en la materia "Caifanes". Chip implantado de nacimiento. Por el simple hecho de ser mexicano y llevar la música de Caifanes en la entraña.
Es común ver nuevas generaciones entre los asistentes. Han llegado tarde tres jovencitas, se han puesto justo frente a mi y mientras observo y escucho con atención, ellas bailan, saltan y gritan con locura. Me pregunto cuál de las tres es la que las ha introducido al lado oscuro. Ahora veo, la chica de en medio, sus amigas la graban con sus teléfonos móviles y la celebran. Extraño esa sensación de ser adolescente y sentir la emoción de los primeros conciertos. Las primeras huidas. Brindan con refresco, se sienten admiradas por la mirada de Saúl y le saludan. Se sonríen. Le gritan a Alfonso en repetidas ocasiones. Todos conforme la edad tenemos un crush. Alfonso André sigue rompiendo corazones.
El calor del alcohol arma la trifulca. La seguridad siempre va tarde para calmar el ánimo desenfrenado. Las chicas retienen los huracanes que engullen la razón en sus hombres. Pierden la cabeza. El show debe continuar y no hay ánimo de salir sin ver el final. Suenan los primeros acordes de "Aquí no es así" el soundtrack de una discusión insignificante. No vale la pena el tiro. La música tiene que unir. No a la violencia. Se acerca el fin.
Los grandes éxitos de Caifanes para culminar. La tristeza que uno carga sale a flote mientras suena "La célula que explota" y todo se olvida cuando el ritmo de "La negra Tomasa" aparece y nos incita al baile.
Caifanes se despide de su público, en la cercanía. Todavía hay tiempo de firmar un par de discos, hacerse una selfie y mirar con agradecimiento al público que les ha acompañado durante años a lo largo de su trayectoria. Darle la bienvenida a los más chicos. Trascender entre las generaciones y por sobre cualquier producto desechable en tendencia. Caifanes sin comparación.
Volvemos a casa, empapados, pero ha valido la pena. La salida es igual de caótica. Ahora da igual, satisfechos con el ritual.
Por Clars
Fotografía por Alekx Summer
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